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Saturday, August 26, 2006
EL ÁRBOL DEL BIEN Y EL MAL.

LOS QUERUBINES DE TADMUR

El Paraíso era un jardín lleno de flores y de frutos, regado por frescas corrientes, lleno de hermosura y de paz. Una imagen para la situación del corazón humano que era puro, abierto a Dios y penetrado por el influjo de Su gracia, así como por el acuerdo vigente entre ese hombre y la Creación. No era una situación natural, que hubiera asegurado leyes y necesidades; la libre fidelidad del hombre en gracia debía mantenerla en pie.

También la prueba en que había de observarse esa fidelidad, vuelve a estar expresada por la Escritura en una imagen. Dice: El
Señor Dios tomó al hombre y le puso en el jardín del Edén, para que lo cultivara y guardara. Le mandó: de todos los árboles del jardín puedes comer; solamente no puedes comer del árbol del conocimiento del bien y del mal; pues el día en el que comas, perecerás (2,15-17)

¿Qué significa esta imagen?¿Qué representa el árbol?

Hay diversas interpretaciones. Se ha dicho que alude al trágico efecto producido por el preguntar y el conocer. Según esto, el hombre -sea como niño, sea como pueblo de nivel cultural primitivo- va viviendo con simplicidad, por ello es feliz. Pero tan pronto empieza a preguntarse críticamente el porqué y el para qué empieza a haber intranquilidad y desconfianza; surgen conflictos, que son a la vez injusticia y dolor, y queda destruido el Paraíso.


Esta interpretación se ahonda en la mitología pues da al saber un poder mágico. Por tanto la divinidad quiere reservárselo para sí; y los hombres, en cambio, han de permanecer ignorantes, para que ella pueda gobernarlos fácilmente. La voluntad de saber es declarada injusticia, y la ignorancia, en cambio, es elevada a virtud. El Paraíso, entonces, es la dicha aparente que la divinidad presenta como espejismo a los hombres, para que sigan sumisos. consecuentemente, la irrupción del espíritu en el conocimiento es a la vez culpa y liberación. El paraíso se rompe, pero toma comienzo la auténtica existencia humana, grande y por ello peligrosa.

No hace falta mucho para ver que lejos está esto de la Sagrada Escritura. En el Génesis no hay nada que dé ocasión para suponer en la mente de Dios magnánimo y generoso, la envidia de los númenes míticos. tampoco tiene nada que ver el símbolo del árbol prohibido con el efecto trágico del conocimiento, pues este efecto pertenece a la existencia del hombre caído y a la confusión que la culpa ha traído a ella. El hombre puesto en la obediencia de la verdad no habría experimentado nada de semejante efecto.

Pero, prescindiendo de esto: ¡el hombre tiene que conocer! A él le está dada la soberanía sobre el mundo, y ésta comienza por el conocimiento, el primer acto de soberanía es dar nombre a los animales, lo cual significa comprender su ser y expresarlo en palabras. Lo que se le prohíbe es otra cosa, a saber: un determinado modo de conocer. en toda pregunta e investigación aclaración y ahondamiento, en toda comprensión espiritual, hay una alternativa: que tenga lugar en obediencia ante el Autor de la existencia, o en rebeldía y orgullo. A este orgullo se refiere la prohibición. Lo que ha de ocurrir ante el árbol no es la renuncia al conocimiento, sino, al contrario, la fundamentación de todo conocer: la comprensión y reconocimiento, sostenidos por el serio empeño personal de que sólo Dios es Dios, y en cambio el hombre es sólo hombre. El asentir a ello o negarlo es ese bien y mal, ante el cual se decide todo. en el ámbito de esa verdad fundamental había de tener lugar después todo ulterior conocimiento, y la espléndida capacidad espiritual del hombre puro lo habría realizado verdaderamente con muy diversa fecundidad que nosotros, a quienes el pecado nos ha traído tan honda confusión en mirada y juicio.

Hay otra interpretación que no parte del nombre del árbol, sino de la interpretación que tiene su imagen en los mitos, así como en el psicoanálisis del inconsciente. El árbol que ahonda con sus raíces en lo profundo de la tierra, sacando de allí su savia y que se eleva por el espacio, creciendo y desarrollándose, es un símbolo de la fuerza vital. Cada año se concentra en el fruto; y el fruto, a su vez, le propaga en nuevos seres arbóreos.

La interpretación dice así: El árbol del paraíso es el mitológico árbol de la vida, y su fruto es la sexualidad madurada. Lo que prohíbe el mandato es la realización sexual. Mientras el hombre es niño, y duerme el instinto, vive inocente y feliz. Los elementos de su mundo están de acuerdo mutuo, y hay paz. Tan pronto como se mueve el
instinto vital, empieza la intranquilidad. El niño entra en contradicción consigo mismo, y ya no se entiende. Entra también en conflicto con las personas mayores. La ordenación que éstas le imponen le prohíbe la satisfacción del instinto; se vuelve escondido y contumaz. Pero él quiere la plenitud de la vida, sigue el instinto y con eso se destruye el Paraíso de la inocencia feliz infantil. sin embargo, eso debe ocurrir, porque la naturaleza humana, al crecer, sólo de este modo llega ala madurez de la vida, con su fecundidad, su felicidad y su seriedad. Lo que relata el Génesis -sería entonces- la representación primitiva de ese drama que se desarrolla en la vida de todo hombre.

Pero también esta interpretación es falsa. Así se cuenta cómo fue creado el hombre: Dios hizo al hombre a su imagen: a imagen de Dios lo hizo, le hizo hombre y mujer. Es decir, su determinación sexual va unida a su semejanza a Dios Y se dice luego: Dios les bendijo y les dijo: Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra. Eso se ha dicho antes de la prueba, al fundar su esencia, y quiere que los hombres se hayan de desarrollar hasta la plenitud de la vida y de la fecundidad.

Pero ¿cómo se llega a semejante interpretación falsa? Porque se retrotrae al plan de Dios la actual situación del hombre y se olvida que entre el hombre tal como es hoy, y aquél de quien se habla en el Génesis, está esa terrible catástrofe que se llama pecado.

Por tanto el árbol no significa la satisfacción del instinto, y el mandato no dice que esté prohibido. Sino que se refiere, como en el caso del conocimiento. al modo como tiene lugar. También el instinto pone al hombre ante la decisión. Puede convertirse en un orgulloso que se rebele contra Dios, pero puede ser también obediente asintiendo al orden y la verdad. Al final del segundo relato se dice: los dos estaban desnudos, pero no sentían vergüenza. Los primeros hombres existían en la apertura de la naturaleza, claros y de acuerdo consigo mismos, y nada les daba sensación de que hubiera en ellos algo que no estuviera en orden. Pero no porque fueran niños, sino porque estaban con todo su ser en la voluntad de Dios. Por eso no se avergonzaban; y tampoco se habrían avergonzado, si en tal estado se hubieran unido hombre y mujer, cumpliendo el mandato sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra. Y hubiera sido sin toda la confusión, toda la menesterosidad y todo el deshonor que ahora pone el instinto en la vida del hombre.

¿Qué significa, pues el árbol? Ni el conocimiento, ni la sexualidad; ni el afán de mayoría de edad espiritual, ni el avance hacia el horizonte del dominio del mundo. Es más bien la marca de la grandeza de Dios, y nada más.

Quiere decir: En tu conocimiento, en tu voluntad, en tu mente, en tu voluntad, en toda tu vida, debe estar presente el hecho de que sólo Dios es Dios, y tú en cambio eres criatura: que eres imagen suya, pero sólo imagen; El es el modelo. Tú puedes y debes llegar a ser señor del mundo; pero por Su gracia, pues sólo El es señor por esencia. El es el orden. Por este orden, compréndete, vive en él. Reconoce que ese orden es la verdad, realízate en la fecundidad y toma al mundo en tu propiedad. Recordar esto era la esencia del árbol. La prohibición de comer no se refiere a otra cosa que a la ocasión, expresada en la forma concreta del fruto, para decidirse entre obediencia e inobediencia. Nada más.

SAGRADA ORDEN DE LOS QUERUBINES
 
posted by ORDEN BONARIA at 11:15 AM ¤ Permalink ¤
Friday, August 11, 2006
DISCURSO DE AURELIANO SOBRE ZENOBIA..

De ella se dice que era tal su castidad que si no hubiera tenido el propósito de concebir, ni siquiera hubiera conocido a su marido. Pues, si en alguna ocasión se acostaba con él, mantenía su continencia hasta que llegaba la menstruación, por ver si estaba embarazada, y sólo en caso contrario le daba de nuevo la oportunidad de tener hijos.

Vivió con pompa real. Prefería ser venerada según los modos persas y dio banquetes a la manera en que lo hacen los reyes de esta nación. Según la costumbre de los emperadores romanos, marchaba a las asambleas públicas cubierta con un casco y ceñida con una faja de color púrpura, de cuya orla colgaban piedras preciosas, y que tenía en medio un brillante de forma de caracol, prendido como si fuera un broche de mujer y, frecuentemente, con uno de sus brazos desnudo. Era de rostro oscuro, de color moreno, con unos ojos negros que irradiaban un vigor extraordinario, de espíritu divino, de una belleza increíble. Sus dientes eran tan blancos que muchos pensaban que tenía perlas en lugar de dientes. La voz, clara y semejante a la de un hombre.

La dureza de los tiranos, cuando la necesidad lo exigía; la clemencia de los buenos príncipes, cuando la indulgencia lo reclamaba. Prudentemente generosa se encargaba de la custodia del erario mejor de lo que es habitual en el género femenino. Se servía de un carruaje, rara vez de un coche de mujer, y con frecuencia montaba a caballo. Se dice que a menudo caminaba con los soldados tres o cuatro millas.

Cazaba con la pasión de los hispanos. Bebía frecuentemente con los generales, aunque normalmente era muy sobria; también bebía con persas y armenios con el fin de mostrarse superior a ellos. Utilizó vasos de oro con piedras preciosas en los banquetes, sirviéndose de aquéllos que habían pertenecido a Cleopatra y que ella había heredado. En el servicio tenía eunucos de edad avanzada, rara vez doncellas. Ordenó a sus hijos que hablaran en latín, de manera que se expresaban en griego con dificultad y en pocas ocasiones. Ella misma no era totalmente desconocedora del latín, pero lo hablaba cohibida por la vergüenza; por contra, se expresaba en egipcio de manera perfecta.

Conocía de tal modo la historia de Alejandro y de Oriente, que, según se dice, ella misma escribió un epítome. No obstante, leía en griego la historia latina. Siempre defensora de sus orígenes egipcios y macedónicos, ya que la dinastía de Tadmur, tanto debe a Alejandro “El Magno”.

Cuando Aureliano la hizo prisionera, tras ser conducida a su presencia, la inculpó en estos términos: «¿Por qué, Zenobia, te has atrevido a desafiar a los emperadores romanos?». Dicen que entonces ella contestó: «A ti, que has vencido, te reconozco como emperador, a Galieno, a Aureolo y a los demás príncipes no los consideré tales. Confiando en que Victoria fuera semejante a mí, deseé, si la magnitud del territorio lo hubiese permitido, compartir con ella el poder real».

Así, fue conducida en un paseo triunfal tan pomposo como ningún otro de los presenciados por el pueblo romano. Engalanada, en primer lugar, con unas gemas tan enormes que se fatigaba por el peso de sus adornos. Pues, según se dice, esta mujer tan valerosa se detenía a menudo diciendo que
no podía soportar el peso de sus joyas. Además, sus pies estaban atados con cadenas de oro; sus manos, con unas esposas del mismo metal, y en su cuello no faltaba un grillete, también de oro, que sostenía delante de ella un bufón persa. Le fue perdonada la vida por Aurelio y dicen que desde entonces vivió con sus hijos, como lo hace una matrona romana, en una hacienda de Tívoli que le fue concedida; ésta, todavía hoy, lleva el nombre de Zenobia y esta situada no lejos del palacio de Adriano y de ese lugar al que se le da el nombre de Concha.


Uno de sus hijos marcharía de nuevo a Siria, cuyo tataranieto sería Leon III, que más adelante veremos. Ya que dicho Basileus, fue escogido por los Dioses, y fueron tres profetas, quienes comunicaron su designación como tal, sin influía en los procesos que dieron píe a la Iconoclastia. La reina Zenobia, influenciada por sus orígenes griegos y egipcios, dio origen en sus influencias a los verdaderos cimientos de las filosofías religiosas del Reino de Oriente, en la imagen de Bizancio.
 
posted by ORDEN BONARIA at 5:49 AM ¤ Permalink ¤